..."No interesa Jesús, importa la ciudad. Sevilla vive de su propia adoración; es su tragedia. Los forasteros seducidos por su encanto, sus delicias e imponente magnificencia desplegada, creen ver luto en las almas, protesta en el corazón.
Lo que hay es derroche, generosidad, orgullo y paganismo. La sombra gigante de la loba romana arroja desde Itálica sobre la Catedral un velorio o palio de melancolía y grandeza.Las cofradías desfilan entre los haces de varas conducidos por líctores.
Si es verdad-como quería Ganivet- que "en el país más alegre del Mundo viven los hombres más tristes de la Tierra", durante su Semana Santa Sevilla ve rasgadas las tinieblas de su alma por ráfagas de aquella gentil despreocupación que entregó a Cristo Roma cuando ya había gozado de bastante y sentía fastidio de su propia grandeza".
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