martes, 23 de abril de 2013
El secreto de los toros reside en que es un espectáculo anacrónico
El secreto de los toros reside en que es un espectáculo anacrónico.
Cuando vuela un avión a reacción sobre el embudo dorado de la plaza, uno se asombra de que sean contemporáneos los hombres de arriba -tocando botones, radares, ondas hertzianas, luces parpadeantes en verde y rojo, palancas de robot, en el límite de los viajes interplanetarios- con los hombres de abajo, de verde manzana y plata, de corinto y oro, ídolos asiáticos con espada y lanza y saetas de papel rizado, entre caballos y toros, manejando la sangre en lugar de la gasolina, con la Muerte allí, en el diamante de la puntilla, que desconecta al toro de la red eléctrica de la Vida. O con la enfermería, entre santos óleos. Cuando se desintegra la materia y se forma el hongo venenoso de ecuaciones de la bomba de hidrógeno, todavía unos mozos matan con la espada como en los albores de la Edad del Bronce.
Aguntín de Foxá, 1957
Foto: Briones, Maestranza de Sevilla. Abril 2013
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